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Las ingratas de Jauja.

  • Miguel Ángel Flores Hernández
  • 20 oct 2015
  • 1 Min. de lectura

Se sentó un señor sesentón a un lado de mí. Desesperado, tecleaba y tecleaba los casi ilegibles números dibujados del teclado de su celular. -Pinches hijos ingratos, nadie me contesta- me dijo- sólo le contesté con una mediana y nerviosa sonrisa.

-¡Hasta que me contestas hija!, y luego, ¿por qué no me han hablado?, tienen muy abandonado a su padre, si sabes que siempre estaré aquí para apoyarlas y nunca juzgarlas. ¿Cómo te ha ido con tu novio?, ¡Ay hija es que también no seas tan puta!, me recuerdas tanto a tu madre… ¡No, no me cuelgues…! ¡Chingado, siempre es lo mismo! - No joven, mejor no tenga hijos, son tan ingratos, ya ve estas cabronas, la única que me contesta, y me cuelga la muy hija de la chingada, ¡qué malagradecidos son los hijos!- me dice con un tono de decepción y tristeza- El vetusto hombre, preparaba su rasposa voz para realizar otra llamada. Según dijo, a la muy puta de su exesposa, ya que aducía el deber de reclamarle por haberle malcriado a sus vástagos.

Sólo le contesté con una mediana y nerviosa sonrisa.


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