Prolepsis de una jaina.
- Miguel Ángel Flores Hernández
- 15 ago 2015
- 2 Min. de lectura
Acepto que no me senté en la parte de atrás, porque venía sentado un cholo. Y no es que les tema, ni nada por el estilo: sólo es, que la música que él escuchaba sin audífonos; no era de mi agrado. La música dejó de sonar cuando el joven cholo atendió al llamado telefónico de su jaina: -No mija, te lo juro que no ando pistiando- respondía, después de darle un enorme trago a su latón de Tecate. Tres chicas sentadas a dos lugares de él, expulsaron una buena carcajada. -No chingues mija, vengo en el camión, ¡cuáles viejas, ay mija, ni modo que les diga que se callen! Está bien, mami, ya me cambié de lugar- Tímido, caminaba por el pequeño pasillo del camión, hasta llegar a tres lugares adelante de donde se encontraba anteriormente. Las tres chicas alborotadas, estallaron en hilaridad. El rudo cholo, comenzó a dejar de serlo, ya que sermoneado, pedía indulto, ante una situación que no estaba en sus manos. -No mija, ¡cómo me voy a bajar, yo qué tengo la culpa de que no te gusten las risas de viejas, neta, no ando buleando, ya le voy a caer al chan a jetear, pero no chingues, no me voy a bajar!- Las risas continuaban en aumento. -Ay mija, ¿neta, quieres que me baje?, no mija no me cuelgues, ya, ya me voy a bajar, para que veas que no ando de cabrón.-
Lo bueno de todo, es, que el cholo se bajó a tiempo, ya que justo cuando lo hizo, las tres chicas casi se revuelcan en el piso laminado del camión, debido tanta risa que no les cabía en el cuerpo, y me quedó claro que eso, no le hubiese gustado a su jainita.

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