La rebelión de las víctimas y la lenta invención del estado secular. Enrique Dussel.
- Miguel Ángel Flores Hernández
- 3 jun 2013
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Al comienzo del siglo IV d.C, encontramos a los Chin occidentales en China: en el 320 d.C, reinarán ya los Gupta en la India; en ese momento se produce la expansión del budismo desde el actual Afganistán hasta China y Japón; en el Imperio persa sasánida Sapor II sube al trono en el 309 d.C; y Diocleciano impera en Roma hasta el 305 d.C.
Dentro de los imperios chinos, indostánicos, persas, helenísticos o romanos hubo sucesivas rebeliones sociales y políticas. La rebeliones semitas (los movimientos mesiánicos del judaísmo, del cristianismo primitivo y de las primeras experiencias del islam produjeron una profunda acción transformadora dentro del antiguo orden político esclavista, subvirtiendo desde las víctimas aquellos sistemas del ejercicio del poder, creando nuevas instituciones, produciendo nuevo derecho, cambiando los principios normativos implícitos.
El fundador del cristianismo, Jeshúa de Nazareth, que emerge en el horizonte semita, dentro del Imperio romano, en su región oriental bajo el control helenista, como un israelita crítico, fija su diferencia dentro de la más antigua tradición de su pueblo judío (al que perteneció en la estricta observancia de la <ley> y de la que nunca quiso separarse.
Según Franz Hinkelammert escribe que Jeshúa constituye un sujeto rebelde que entiende su rebelión como una necesaria extensión de la propia ley mosaica. Jeshúa, se ve en todos los evangelios, es este sujeto rebelde que pide a todos los seres humanos seguirle. No es el sujeto revolucionario, sin embargo subyace a todos los movimientos revolucionarios posteriores (de occidente), aun en el caso en que la revolución devore al sujeto rebelde que estaba en su inicio. Subyace incluso al propio cristianismo después de llegar al poder, pese que a que también éste lo devoro en el curso de la historia.
Las comunidades cristianas se extendieron por todo el Imperio.
Surgieron en un horizonte judío, profundamente fermentado por un mesianismo muy plural, entre cuyos grupos debe situarse el denominado <judeo-cristiano>. Jeshúa habló en lengua aramaea (semita). Sus discípulos se expresaron en griego para poder predicar en el mundo helenista. Había una tradición filosófica judía, pero los cristianos toman una posición más clara que el judaísmo enfrentándose al Imperio.
Cuando en el 324 Constantino es coronado único emperador apoyado ya en la presencia multitudinaria de los cristianos en oriente, en Grecia, en el Egipto copto y Alejandrino, en Anatolia (la religión más poblada del Imperio) y en la Antioquía seléucida, el cristianismo, perseguido, de comunidad ética crítica, se tornará lentamente en el fundamento de una nueva legitimidad sagrada del Estado.
La organización política del Imperio bizantino tiene especial interés porque el eslabón histórico que une el origen del cristianismo, el Imperio romano latino y helenista, el mundo musulmán, la cristiandad latino-germánica con el Renacimiento italiano -<renacimiento> de los estudios clásicos griegos gracias a la presencia en Italia de los exiliados bizantinos, expulsados por la toma de Constantinopla por los turcos en pleno Quattrocento-.
El emperador romano Constantino dedica la ciudad de Constantinopla el 11 de mayo del 330 d.C como nueva y única capital del Imperio.
Ya por otro lado Agustín hablaba de Europa, pero su Europa que miraba al mediterráneo desde el sur era la parte latina del ya milenario mundo romano.
El hispano Isidoro de Sevilla será todavía parte de este mundo romano-latino, cristiano, mediterráneo. La Europa posterior será algo completamente diferente; será la Europa latino-germánica continental, la del sacro Imperio romano de Carlomagno. Un fenómeno que mayor vendrá a producir un <corte> crucial en la historia.
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