Carta al lector.
- Miguel Ángel Flores Hernández
- 3 dic 1947
- 2 Min. de lectura
Querido lector:
Es invierno, escribo de madrugada, con un dolor casi insoportable en la sien, hace mucho frío y me encuentro solo, creo que es la mejor manera de escribir y responderles.
¡Ya basta de cuestionamientos que día a día recibo!
Quiero que quede muy claro que soy un hombre de ciencia.
¡Cómo pretenden mezclar a la ciencia, con sus ínfimas supersticiones sin sentido!
Lo he dicho y escrito casi todas la noches; ¡LAS MARIPOSAS NO SON MALAS, ni anuncian la muerte, ni perpetúan un instante al ser tocados por éstas, no!
Al contrario, son hermosas, son unas grandes artistas de la supervivencia y el engaño. Tras sus espectaculares colores y formas, esconden talentos insospechados.
La Ascalapha odorata, (O Mariposa negra, también llamada absurdamente: del país de la muerte, bruja negra, del espanto, del mal agüero, y otros tantos términos que lo único que me provocan es risa) es la más hermosa de todas.
Un día, perfectamente recuerdo la fecha, dos de Diciembre de 1947, una majestuosaAscalapha, extendió sus alas de par en par, en el vestido favorito de mi abuela Agripina. Sin más, la abuela exigió de inmediato, quemasen el vestido en el fogón de las tortillas, y la hermosura de alas de terciopelo, se postró en mi sien.
La abuela Agripina, pidió a mi madre y a mis tías la maquillaran, después de haber pasado dos horas y un cuarto aseándose. Se envolvió en un vestido blanco que mi abuelo le obsequió antes de partir a la guerra, su reboso parecía una cascada de miel que desembocaba en sus hombros. Cepilló su cabello como de espuma, y el oleaje de su perfume se hizo eterno en mi recuerdo. Preparó el mejor pozole que he comido en mi vida, lo disfruté cual si fuese el último.
Reunidos en el comedor de la casona, nos contó que nadie puede, ni debe escapar a su destino.
Estaba segura que la muerte le había enviado una señal cuando la mariposa se postró en su vestido, y que si no acataba su orden pasaría la eternidad perdida en el purgatorio, y no encontraría la paz, ya que no sabría que había muerto. Decía, que existían almas que se aferran a la vida, engañadas, sin importarle que pasen la eternidad en inviernos, escuchando los lamentos de sus seres queridos, sintiendo la impotencia de no poder responderles jamás. ¡Patrañas!
Cuando terminó su pueril discurso, muchos soltamos una espontánea carcajada. Ella se perdió en los hechizantes ojos de la mariposa, que sigilosamente pendía del candelabro de cristal, y se encerró en su cuarto.
Tengo más de treinta años de experiencia científica, prestigiosas publicaciones, conferencias alrededor del mundo, y sigo sin entender cómo es que las personas continúan creyendo en absurdas supersticiones. Es cierto, la abuela Agripina no despertó la mañana siguiente.
Pero, ¡Carajo! Son meras coincidencias.
Dejen de fastidiarme, que provocan que el dolor de sien se intensifique por las madrugadas, y en estos inviernos que parecen eternos, el dolor no cesa.

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